las maquinitas del millon



Una vez, hace muchos muchos años, fui pequeño (quiero decir niño, no fui bajito), y durante un tiempo, mi padre se dedicó a reparar maquinas tragaperras (o del millon, como las llaman en otros sitios) en ocasiones, incluso se las llevaba a casa para adelantar trabajo. Recuerdo haberme levantado en alguna ocasión con el sonidito de una maquina de esas: "piuuu, poww...." y encontrarme a mi padre con la maquina abierta en la cocina.

Mientras desayunaba, veía las tripas del aparato hacedor de dinero que yo no terminaba de entender. La gente metia una moneda de cinco duros y le daba premio... Negocio Redondo!! No entendía muy bien por que la gente no se hacia millonaria con esas maquinas, puede que no tuviera la suficiente paciencia como para esperar el premio gordo, y al final se quedara solo con premios pequeños, hasta que se cansaba de jugar,... el tema era que a mi todas esas luces me fascinaban, y me incitaban a hacerme millonario. Yo tenía la paciencia suficiente como para ser rico, y unas horas de juego no me iban a separar de mi fortuna.

Mi padre, que se coscó enseguida de mi interés, me hizo una propuesta. Me enseño una bolsa de monedas que tenía, de esas que daban las fabricas de maquinas a los que las reparaban, con la forma de una moneda de cinco duros, pero con el simbolillo de "Cirsa" o algo parecido.

Total, que me suelta:

-Mira hijo, aqui tengo cinco mil pesetas en monedas. Si quieres te las quedas ahora... o si quieres las echas TODAS a la maquina y a ver si ganas dinero

Yo estaba cegado. Si con unas pocas monedas se podían coneguir veinte duros de beneficio,... que no poria conseguir con cinco mil pesetas?!! Ya sabia que no siempre daba premio, pero seguro que me llevaba el premio gordo y el resto ya eran beneficios!!

Total, que le digo: -Vale, papa! las echare en la maquina! (yo es que gritaba mucho por entonces...)

Fue entonces, una mañana de domingo, cuando un servidor se puso las botas de echar monedas en la maquinita. Al principio, no salían muchos premios, pero bueno, eso no me preocupaba, el peazo bolsón que tenía en mis manos era una inversión más que suficiente como para obtener dos o tres veces el premio gordo, y eso era mucha más pasta de la inicial.

Tras haber transcurrido los primeros diez minutos, los primeros premios iban saliendo, pero la bolsa ya no era tan pesada como al principio. No podía perder la paciencia, tan solo es cuestión de lograr algo importante,... y ya esta.

Tras media hora larga de jugar a la dichosa tragaperras, me iba dando cuenta de donde estaba el negocio de la máquina. Aunque habia obtenido algunos premios, incluso un segundo premio de la maquina o un tercero,... la bolsa cada vez pesaba menos,... y aunque miraba a mi padre con cara de cordero degollado, él me decía "Venga, sigue echando monedas, sigue...".

Tras mucho tiempo, la bolsa estaba llegando a su fin. Los premios los habia apartado, ya habia pactado con mi padre que podía quedarmelos, y asi lo hice (no iba a ser tan tonto de volver a echarlos, carajo!), y tras gastar la ultima moneta de la bolsa... me puse a contar los beneficios,... aunque ya sabía que eran pocos.

Ochocientas y poco pesetas fue el saldo resultante de echar cinco mil por la ranurita, y mi padre convencido de que me habia dado cuenta del tema, cogio el dinero y a mi y al lunes siguiente abrio mi primera cuenta corriente con ese dinero obtenido en las tragaperras. Y allí se quedo durante muchos años.


Por cierto, que aunque en ocasiones me he inventado historias para hacer la risa, en esta ocasion es una historia de verdad, y después de ello no se si he vuelto a echar una moneda en una tragaperras (bueno, a decir verdad si lo se, y fueron dos monedas cuando estaba en la edad del pavo)